Los hombres aman sus vicios y al mismo tiempo los odian.
Séneca
La respuesta a dejar un vicio, está escondida en el vicio mismo. El problema es que generalmente nos enfocamos en aquello que disfrutamos u odiamos de nuestro vicio. La clave está en encontrar la razón que nos genera dichos sentimientos.
La bebida me gustaba porque me hacia ser más desenvuelto y la odiaba porque me costaba saber en que momento detenerme. El problema de raíz era mi forma de percibir quien debo ser cuando estoy con otras personas. Para dejarla, he aprendido a amar mi lado introvertido.
El cigarro me gustaba porque me ayudaba a relajarme y lo odiaba por el daño que le hacia a mi cuerpo. El problema de raíz era mi necesidad por tener un mecanismo para no lidiar con mi ansiedad. Para dejarlo, he aprendido a utilizar otros mecanismos como respiraciones y meditaciones para trabajar con mi ansiedad directamente.
Aprender a controlar nuestros vicios, no es tarea fácil porque hemos creado dependencias físicas a ellos. Dejarlos atrás es un trabajo que requiere tiempo y paciencia. Es por eso que es importante entender la razón por la cual estamos tan apegados a un vicio. Si somos honestos con nosotros mismos, llega un punto donde reconocemos que el precio por mantener nuestro vicio, es mucho más alto que el de dejarlo atrás.